La «epidemia del estrés» es algo real en la sociedad contemporánea. Los horarios ajetreados, los ritmos intensos, las dificultades para la conciliación familiar, la alta competencia en casi cualquier sector, los problemas económicos o la falta de descanso y tiempo para el ocio, hacen que una parte de la población vea como los síntomas de la ansiedad brotan en ella. El mundo actual, a pesar de sus notables ventajas, acarrea consigo una serie de subproductos indeseados, siendo el desborde y el agotamiento algunos de ellos.
Salvo los muy afortunados, cualquiera sabe lo que es el estrés, porque casi seguro lo ha padecido en algún momento. De ser una respuesta del organismo que mueve al afrontamiento-huida de determinada circunstancia, se vuelve negativa cuando bloquea o hace presencia en situaciones donde la capacidad de actuación de la persona es reducida o percibida como tal. Por eso Richard Lazarus, el psicólogo creador del «modelo transaccional del estrés», habla de dos fases diferenciadas a la hora de entenderlo: una valoración primaria, en la cual la persona analiza el elemento-situación estresante en sí; y una valoración secundaria, dónde lo que el sujeto comprueba son los recursos de los que dispone para afrontarla. Según este autor, el estrés se dará en el momento en el que la persona perciba la situación demandante como inabarcable, por lo que llegará a una sensación de indefensión con respecto a su entorno, al bloqueo y al malestar emocional. El estrés es, entonces, «un desajuste entre la amenaza percibida y la habilidad percibida para hacerle frente», en una transacción entre el sujeto y su ambiente.
Estrés y odontología
No es tan conocido, en cambio, que una de las profesiones con mayores niveles de estrés laboral sea la del odontólogo/a, superando con creces la media en ciertas estadísticas y datos analizados y comparándolos con diferentes profesiones. Un dato que resulta impactante es que se trata de una de las profesiones con mayores tasas de suicidios. Esto, obviamente, no se da por el hecho de ser odontólogo, sino por cuestiones que el ser odontólogo conlleva. No está mal recordar, como hace Ramón Andrés al comienzo de su «Semper Dolens: historia del suicidio en Occidente», que «no hay, no puede haber nuevas teorías sobre el suicidio. Nos damos muerte por lo mismo que hace miles de años», y una de las razones que da en una lista bastante exhaustiva es la precariedad, el desborde, la presión financiera y las obligaciones autoimpuestas por los propios profesionales.
Pero los datos impactantes no se quedan ahí. Es destacable también que los síntomas de ansiedad son el tercer problema que acusan los trabajadores de este sector, cuando es el décimo en la población general; que las enfermedades coronarias y la hipertensión son un 25% más frecuentes que en el resto de la población; que sufren trastornos psicológicos tres veces más que otros profesionales de la salud; o que existe una relación preocupante entre los dentistas y la enfermedad cardiovascular. Como vemos, el impacto sobre la salud en esta profesión, si tenemos en cuenta estos datos, es más elevado de lo que de primeras podríamos pensar.
Pero las altas presiones a las que son sometidos los odontólogos se hacen obvias si uno no se basta de una ojeada superficial, que normalmente está plagada de prejuicios. El ritmo de trabajo generalmente es alto y goza de poco contacto con el exterior, en considerable aislamiento. La necesidad de perfeccionismo, dada en cualquier profesión sanitaria donde las decisiones afectan directamente a la salud de la persona con la que se trabaja, es notable, además de que la inversión que muchos pacientes hacen en los tratamientos es percibida como una obligación de absoluta diligencia de la que el odontólogo es muy consciente. La inversión económica en su formación continua es muy elevada y casi obligatoria si quieren estar en la vanguardia de la profesión. Deben gestionar su propio estrés y a la vez el de los pacientes, que no son pocos los que lo padecen, como comentamos en esta otra entrada. Y, también, la elevada competencia del sector, acentuada en los últimos tiempos por la aparición de franquicias que han producido fuertes cambios en las leyes de oferta y demanda. Todo ello no deja de influir sobre profesionales que pueden sentir una alta presión a la hora de llevar a cabo sus tratamientos y proyectos adelante.
¿Conocíais estos datos? ¿Os han sorprendido? Por todos estos motivos la Odontología Emocional es un campo en auge actualmente. El estrés generado por el trabajo es una realidad con la que se convive y que se ha integrado en el día a día, que empeora tanto la salud como la capacidad para el trabajo. Está presente en prácticamente todas las profesiones y eso hace que de alguna manera se extrapole de los profesionales a los usuarios, y la odontología no es inmune a eso.
Quizá, siendo conscientes de ello, se puede actuar en consecuencia y lograr tener una vida más relajada y agradable, mejorando la salud a la vez que la profesionalidad. Sirva esta entrada para animar a ese intento.